Hace 60 años, Don Adolfo González Rivero fue entrevistado por el periodista Vicente Borges en su vivienda de Tejina. Fruto de esa entrevista se publicó un artículo en el periódico La Tarde del 13 de agosto de 1959, bajo el título “Tejina, religioso y agricultor” en él se describía a los dos principales iconos del pueblo, la Virgen de Dolores que entonces se atribuía a Luján y los Dos Corazones como la principal manifestación popular de ofrenda a San Bartolomé por los bienes recibidos. Tres años después don Adolfo o “Adolfo el Tejinero” ,como se le conocía en resto de la isla, fallecía a los 79 años de edad recibiendo las exequias en su misma vivienda tejinera tal y como siempre manifestó que era su deseo. Esa casa solariega situada enfrente de la iglesia, que antaño perteneció al párroco Santiago Raymond Quintero y Estévez, siempre sirvió como lugar de reuniones decisorias de los intereses del pueblo como las que se mantuvo con el alcalde de Santa Cruz García Sanabria, cuando se decidía la segregación de Tejina del ayuntamiento lagunero.
Leer con detenimiento el artículo nos revela su deseo de que determinados aspectos que conocía por tradición familiar fuesen recogidos para la posterioridad. Él manifestaba claramente que los corazones de Tejina cumplían ese año 140 años de historia, lo que situaba sus orígenes en el año 1819, el mismo año de la creación de la Diócesis Nivariense. Don Adolfo era concuño de Leoncio Rodríguez y por tanto un buen conocedor de la prensa mediática, de esta manera Vicente Borges relataba que aquella era una charla con un viejo caballero que de igual manera que era capaz de enseñarle a un mozo como se “agarra” en un terrero de lucha también le podía enseñar cómo escribir una crónica con sal y pimienta. Esa vinculación con la prensa se remontaba, a igual que los Corazones, a la época de su abuelo Tomás González Rodríguez, alcalde pedáneo, primo y vecino del senador don Gregorio Suárez Morales, compañero de revoluciones isabelinas de Pedro Mariano Ramírez, cuando los pasquines daban paso a los diarios en la primera prensa de hierro que llegaba a la isla, la, imprenta La Isleña de la calle del Castillo en Santa Cruz.
Adolfo González Rivero había sido concejal del ayuntamiento lagunero en los últimos años de la restauración borbónica, una tradición política la de los González, que había iniciado Gregorio Suárez en 1841 cuando fue nombrado alcalde de La Laguna. Don Adolfo fue el tejinero que en 1926, en plena resolución de la crisis canaria por la división provincial, propició el primer intento de segregación de Tejina del ayuntamiento de La Laguna.
Situar el origen de los Corazones de Tejina a comienzos del siglo XIX[i] , convierten a la fiesta en una de las expresiones populares más antiguas de Canarias que se han mantenido con carácter de continuidad. Es una fiesta que el Catedrático de Historia de América Manuel Hernández[ii] considera que deriva de las octavas de las fiestas del Corpus que acompañaban a todas las fiestas patronales como las que se daba también en La Laguna en la Iglesia de San Agustín por el mes de septiembre. Una celebración de octava de Corpus nuevamente confirmada por Juan Luis Herrera y Miguel López (artículo en )[iii] que ya se llevaba a cabo desde al menos dos siglos antes [iv]. La complejidad que han adquirido los corazones de Tejina en comparación con otros de características similares como los de Güímar o los del Sauzal[v] sólo lo explica un proceso de mejora continua buscando la perfección de las formas y reafirmando su esencia a lo largo del tiempo.
La iglesia de la ilustración, al querer dar más rigor a los actos litúrgicos, sacó del interior de las iglesias estos actos de ofrendas frutales que se venían haciendo desde antaño en Tejina. En nuestro caso adquirió el formato de tablero y probablemente la tradición mariana propia de los frailes agustinos le dieron la forma de corazón.
Es en este contexto temporal del siglo XIX y espiritual, tanto mariano como sacramental es en el que creemos deben interpretarse los corazones de Tejina.
La fiesta del Corpus, la fiesta del pan y del vino como cuerpo y sangre de Cristo es un aspecto más del sincretismo de religiones, de fusión de culturas que tienen origen en otra fiesta pagana de exaltación a la vida.
La exaltación romana de la vegetación la podemos contemplar en el Ara Pacis, el altar que Octavio Augusto construyó tras conseguir la Paz Romana. su decoración mayoritaria a base de plantas que llega a cubrir las dos terceras partes de su estructura [vi]. Para los romanos los vegetales era la mejor manera de representar el resurgir de la vida tras la incertidumbre del invierno, la organización de la vida a través de la materia inerte. La resistencia de las esporas del helecho macho (Pteridium aquilinum) ante los incendios las convierten en el primer ser vivo que surge tras la cenizas. Del Acanthus central, otra planta que en verano se seca y parece resurgir tras el invierno, parten las diferentes revolutas de apéndices de helecho. Del Acanthus central parte también una de las pocas figuras animales, un cisne cantor en una clara alusión a Apolo, el Dios de la verdad, el dios sol, el dios uno, al que se le solía representar un sol radiante detrás de su cabeza.
La Iglesia protocristiana de San Clemente en Roma guarda en su interior la evolución que tuvo esta iconografía en los primeros años de cristianismo. Las revolutas de helecho son sustituidas por las de vid, en clara alusión a la sangre de Cristo mientras que del Acanthus surge la Cruz de Cristo. En los sótanos de la iglesia existe la mejor representación de la religión mitraica de orígen oriental en la que la carne nunca se comía , en su lugar se empleaba el pan y el vino.
Esta fiesta requería un contexto apropiado y fue cuando aparecieron las influencias romanas con la creación de bosques artificiales y la presencia de arcos y estructuras arbóreas. El propio Sabino Berthelot [vii] nos describe este concepto en Canarias a su paso por Güímar:
“Los árboles, plantados simétricamente al paso de la procesión, formaban alamedas regulares y se extendían como un laberinto por las calles adyacentes. Güímar presentaba aquel día el aspecto de un pueblo alegre divirtiéndose en medio de jardines recién creados por un poder mágico”
Para los romanos el bosque tenía un valor sagrado y el árbol venía a significar la unión entre lo terrenal y lo celestial. Acebos y hayas eran los más utilizados. El haya o faya en su traducción portuguesa, es el máximo exponente de nuestro monteverde, el fayal-brezal. Su presencia siempre estuvo acorde con los usos tradicionales de la economía campesina debido a su gran capacidad para crear masa arbórea en poco tiempo utilizándose como leña, como ramaje para alimento y cama de ganado [viii]. La Mírica faya junto con el Brezo (Erica arborea) dan nombre a nuestro particular bosque sagrado como en Europa lo hace el Haya (Fagus sylvaticus) con su porte blanquecino.
El concilio de Trento vino a reforzar las devociones sacramentales y marianas como réplica a las tesis protestantes. En la edad contemporánea, jansenitas y eudistas se enzarzaron en una disputa teológica que tuvo en San Agustín, un personaje de la edad antigua, y su corazón a su principal protagonista. La celebración del sagrado corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María se lleva a cabo el viernes y sábado siguiente al Corpus y la copatrona de Tejina, la Virgen de la Encarnación representa la unión física de ambos, la que da origen al gran dogma cuando el verbo se hace carne.
En Tejina dos frailes secularizados tras las desamortizaciones uno franciscano, Pedro Linares del Castillo y otro agustino José Nicolás del León y el párroco más duradero (1859-1897) Eduardo Fausto de Mesa principal impulsor al culto del Purísimo Corazón de María, devoción del Monasterio franciscano de las Monjas Claras los que pudieron condicionar la forma final de los corazones de Tejina. La devoción a la Virgen de Dolores se tenía en Tejina desde el siglo XVIII con la Cofradía de la Virgen de Dolores. El auge concepcionista que supuso la bula papal Inefalibilis Deus, dictada por Pio IX un 8 de diciembre de 1854 le dió un espaldarazo a la devoción mariana que se había reiniciado en Tejina con la creación de la Cofradía del Corazón de María en 1852.
Charbonneau[ix] en su estudio sobre la simbología cristiana nos explica el significado del doble corazón al describir el corazón de Poitou, cuna del cristianismo francés y enclave estratégico de la ruta jacobea que une el norte de Europa con Santiago de Compostela en su ruta más occidental. Utilizando un molde de cerero que pertenecía al notario Houdalille describía cómo los dos brazos de corazón habían sido suprimidos para dar paso a dos monogramas de forma antigua IHS, Ihesus y MRA, María. Para ampliación cada uno de estos dos corazones está también representado: por el sol el de Jesús y por la luna , el de la Virgen. Bajo los Corazones Sagrados figura un corazón de fiel inflamado por el ardor de su piedad.
Sobre un fondo de haya como árbol sagrado que adquiere forma acorazonada se dispone el pan en forma de torta y la vid en forma de fruta. En toda fiesta de Corpus un corazón representa la esencia del cuerpo mismo de Cristo. Con esta interpretación las doce tortas del Corazón de Tejina corresponderían con las doce llamas que aparecen dentro del corazón de Poitou y vendrían a representar las llamas sobre la cabeza de los Apóstoles en pentecostés. La paloma como símbolo del Espíritu Santo siempre aparece en la parte superior lo que equivaldría al ramo de flores mientras que las siete flechas abanderadas vendrían a representar los siete dolores de la Virgen María.
[i] Huberto Suárez -Hernández. Los Corazones de Tejina ¿Hacia los doscientos años del ritual?. Programa de las Fiestas de San Bartolomé de Tejina, 2016.
[ii]Manuel Hernández González. Los vegetales en las fiestas canarias a lo largo de la historia. El Pajar. Cuaderno de Etnografía Canaria II Epoca. nº20 Agosto 2005.
[iii] Oficio de Juan Suárez Morales contenido en el archivo de Osuna, caja 101, oficios de milicias.
[iv] Libros de cofradías del Santísimo Sacramento de la Parroquia de San Bartolomé de Tejina C-3.809, C-3.810, C-3.811, C-3.812 y C-3.813 del Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife.
[v] María José Ruiz y Guadalberto Hernández. Fiestas de San Bartolomé de Tejina.
[vi] Il codice botánico de Augusto. Roma. Ara Pacis.
[vii] Barker-Webb, P y Sabino Berthelot. La historia la natural de las Islas Canarias.
[viii] Maria Eugenia Arozena Concepción, Josep M. Panareda Clopés y Albano Figueredo. El papel de la Myrica faya como indicador de la dinámica del paisaje de la laurisilva en Canarias y Madeira. Avances en Biogeoografia, 2016 págs. 601-610.
[ix] Louis Charbonneau-Lassay. Estudios sobre la simbología cristiana. Iconografia y simbolismo del Corazón de Jesús.