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Historia de Tejina

Farmacéuticos en Tejina (II).- La quina, el árbol de la vida

Publicada el 8 junio, 20208 junio, 2020

 

El fallecimiento del Inspector Farmacéutico Municipal D. Manuel Santos Madan en 1938 dejó a la ciudad de La Laguna sin abastecimiento de medicamentos a los menesterosos, la beneficencia municipal, en unos momentos en la que aún estaba fresca en la memoria los estragos de la gripe de 1918. Por tal motivo, el Ayuntamiento de La Laguna acordó el 23 de abril de 1941 convocar concurso para tres plazas de Inspectores Farmacéuticos Municipales, una más que las que tradicionalmente se venían cubriendo  desde las Juntas Municipales de Sanidad de 1884. Estas plazas fueron cubiertas por D. José Rodríguez Hernández y D. Pedro Domínguez Quesada quedando la tercera plaza desierta. Se decidió entonces solicitar autorización para crear una plaza más que garantizase la permanencia de un farmacéutico en Tejina ya que ésta distaba más de 9 kilómetros de La Laguna, a pesar de que la población de la Laguna de 33.042 habitantes de hecho no permitía más de 7 farmacias. Esa tercera plaza queda contemplada como tal en los presupuesto municipales con una dotación de 2.500 pts. cambiándose la forma de acceso de concurso por el de oposición con la finalidad de facilitar su ocupación. Dicha oposición la gana D.Humberto Lecuona Mac-Kay quien no llega nunca a residir en Tejina tal y como le requiere la Dirección Provincial de Sanidad al Ayuntamiento en 1945. Por tal motivo fue sustituido por  D.Francisco Martínez Gómez Inspector Farmacéutico Municipal, procedente de Cáceres.

 

 

D.Francisco, hijo de secretario municipal en Majadas de Tiétar, Cáceres, haciendo dos cursos en uno terminó la licenciatura con solo 18 años en Santiago de Compostela. Tal y como me narra su hija Delia, casada con el tejinero Manuel González González, que con 85 años reside actualmente en Navalmoral de la Mata, el mismo pueblo donde ejerció  profesionalmente su padre. Comenzó trabajando en la farmacia propiedad de María Luisa González de la Calle, casada con José Giral, catedrático de farmacia y político republicano, diputado por Cuenca, propuesto en 1936 por Azaña para presidir gobierno. Compartió con éste su interés por la lucha antipalúdica en una época en donde el Instituto Nacional Antipalúdico de Navalmoral de la Mata era la principal referencia científica de España. Científicos como Pittaluga alumno del italiano Grassi descubridor de la enfermedad trabajaron en el mismo. Fue su familia políticamente definida como monárquica la que le recomienda que deje esta regencia y le apoya en la compra  de su primera farmacia en Bohonal de Ibor, Cáceres.  Sin embargo no fueron sus relaciones políticas sino las rencillas personales con el anterior propietario del botiquín existente en el pueblo, las que consiguen que el gobierno municipal falangista, con denuncias interpuestas por medio, le hagan la vida  imposible. Una publicación en el Boletín Oficial del Estado ofertando una plaza en Tejina, que distaba 9 kilómetros de una ciudad universitaria como es La Laguna y la enfermedad de su mujer le decide a trasladarse con toda su familia a la misma. La tragedia de la muerte prematura de su mujer, el verdadero pilar familiar, le provocó una alteración anímica  que le hizo renunciar a su cargo en 1949 . Emigró a Venezuela donde estuvo vinculado con la Universidad de Valencia y la creación de la facultad de medicina, instalando posteriormente  su farmacia en San Cristóbal de Táchira, muy cerca de la frontera colombiana donde siguió haciendo estudios sobre la lucha antimalárica que ya realizaba desde su época en Cáceres.

 

 

Buscaba D.Francisco alternativas de síntesis a la quinina para el tratamiento de la malaria, una enfermedad parasitaria de la sangre transmitida por mosquitos. La provoca el plasmodio que suele parasitar el interior del glóbulo rojo. Fue un mal endémico en toda Europa hasta mediados del siglo XX que consiguió erradicarse gracias al uso masivo del DDT, el polvo mágico insecticida, hoy en día en desuso por la capacidad que tiene de acumularse a lo largo de la cadena alimentaria. Las fiebres tercianas que produce, llamadas así por durar tres días, fueron combatidas por los indígenas americanos con la corteza del árbol de la quina, al que se le llegó a llamar el árbol de la vida. Si algún tratamiento se popularizó tras la conquista americana fue éste, que debe su nombre botánico de Cinchona a un error de Linneo al transcribir el nombre de la condesa de Chinchon. Doña Francisca Enríquez de Ribera mujer del entonces virrey del Perú, D. Luis Gerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, fue quien realmente la dio a conocer en toda Europa después de comprobar en su marido la eficacia del tratamiento. Hubo reticencias iniciales motivadas por un protocolo de uso cuanto menos curioso derivado de la exigencia de no lavarse pies y manos durante toda la cuarentena a riesgo de que las fiebres se repitiesen de forma más virulenta. Se decía, por ello, que era un tratamiento para ricos ya que éstos, al no trabajar con las manos, no necesitaban lavárselas. Pese a todo ello, y a su relativa toxicidad, el uso de la quina y su alcaloide la quinina se extendió y sus presentaciones se multiplicaron. Se suministraba tanto en formatos farmacéuticos como en bebidas como los  vinos quinados o las colas, formas que han llegado a nuestros días en bebidas tan populares como el  gin-tonic aportándole su característico amargor. Tal y como narra Manuel Hernández de Gregorio Boticario Real en 1828 en el prólogo histórico del Arcano de la Quina de Celestino Mutis, sólo competían con él en popularidad el antimonio y el mercurio. Se popularizó tanto el producto que  hizo peligrar su producción y se monopolizó su comercio, cobrando verdadero interés obtener esas alternativas  de síntesis química que entonces se investigaban como  la quinacrina y el pamacrine.

 

 

Francisco, tras proceder a la renuncia de la plaza de Inspector Farmacéutico Municipal, tal y como se contempla en las actas municipales, traspasó su farmacia a Dª Juana Quintero Barrera, Farmacéutica que residiendo en La Laguna se trasladaba diariamente en guagua a Tejina. Mientras tanto le ayudaba Dª María Ardila una chica huérfana de la guerra  a quien sustituyó D. Domingo Izquierdo y su hermano Eugenio hijos de  Magdalena Santos, la partera que ha dado nombre a la calle. Esta partera prestó servicio a toda la comarca durante más de 50 años de forma completamente desinteresada, con el apoyo incondicional del entonces médico municipal de La Laguna, residente en Tegueste. D.Fernando Reig Chisvert y el practicante municipal D.Manuel Izquierdo Montesinos quien ha dado nombre recientemente al Centro de Salud de Tejina, el cual había sustituido a D.Octavio Cabrera como primer profesor practicante de Tejina.

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